Es un día de mediados de noviembre, y, pese a estar nublado y en plena sierra turolense, no hace frío. Durante el alba el cielo se pinta de tonos rojos. Es todo un bello pero cegador espectáculo.
A las 8:25 llegamos a Torrevelilla (altitud 606 metros), punto de inicio este año de la marcha del Mezquín. Nuestra tercera participación. 25 kilómetros con un desnivel acumulado de 750 metros. Cuenta la leyenda que, al principio, en ese lugar, sólo había una torre que pertenecía a un moro llamado Velilla, de ahí el nombre del municipio.
Uno de los hitos más interesantesde la jornada de hoy es el llamado “Escorial Aragonés”, el Convento del desierto de Calanda fundado en 1682.

Tras unos 13 kilómetros de marcha aparecen las primeras construcciones auxiliares y el nevero del Convento. Al fondo, presidiendo una suerte de terrazas de, antaño, uso agrícola, la impresionante fachada principal de la iglesia barroca, de una sola nave, a la cual hay adosado un claustro y un edificio de celdas para los frailes.

El tiempo no ha sido compasivo con el conjunto religioso. Ha sufrido periodos de carencias, guerras, saqueos, robos, incendios … Se mantiene en pie, a duras penas, una suerte de esqueleto protegido, eso sí, por esbeltas y poderosas paredes decoradas con un sinsentido de grotescas pintadas. Al amparo de esas paredes ha progresado caóticamente la vegetación, pero las visitas han creado una suerte de caminos/sendas por los que, con cuidado, se puede acceder hasta lo que debió ser el altar de la iglesia.

Hubo un proyecto para devolverle parte de su pasado esplendor, pero, hoy por hoy, el Convento del desierto sigue allí, en mitad de alguna parte, olvidado y abandonado.
Sorprendente, no lo conocía. Debió ser muy importante, pues incluso en ruinas parece majestuoso. Gracias por compartirlo. Un abrazo.
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Sin duda Carlos, eso sí, hay que cruzar 5 barrancos para verlo, los monjes querían aislamiento 🙂 Abrazos.
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