Bitácora del camino: 2) El río Ebro

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Salir a hacer marcha deportiva por Zaragoza inevitablemente significa que, tarde o temprano el río Ebro será compañero de tus pasos. Además es posible que también bordees  el Huerva o el Gállego.  Pero el Ebro es, verdaderamente, la arteria principal de la ciudad,  y, muchas veces, nos hace compañía en nuestras caminatas.

En invierno presenta, muchas veces, un aspecto misterioso, con persistentes nieblas flotando misteriosas en su superficie.

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En verano su fuerte estiaje le hace tener un aspecto un tanto pobre, con enormes isletas aprovechadas por palomas o ánades y muy poca profundidad, que permite en algunos puntos ser cruzado de orilla a orilla a pie. Rara vez fuertes lluvias, principalmente en la cabecera de los “Arbas”, le  provocan una subida del caudal que le hace llegar a los 6 metros en Zaragoza, lo que provoca problemas en las localidades ribereñas cercanas y en las zonas urbanas del norte de la ciudad más cercanas a su orilla.

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La imagen quizá más mágica y conocida del Ebro y de Zaragoza es la que muestra la Basílica del Pilar reflejada en él. La vista del Sol poniéndose en la espalda del Moncayo tiñendo de rojo el cielo y el cauce del río en las primaveras y otoños es un regalo, un espectáculo evanescente para la vista que te para y te hipnotiza con su belleza.

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Muchas veces salimos a entrenar por sus orillas, haciendo un recorrido circular que va desde el puente “Manuel  Gimenez Abad” al puente del Tercer Milenio, uniéndonos a cientos de personas corriendo, patinando o simplemente paseando y disfrutando de la presencia de esa ese río que está unido a esta ciudad y a todos nosotros.

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